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Construyamos democracia

El próximo domingo se realizarán las elecciones legislativas y municipales. Por cuarta vez tengo la posibilidad de participar, ejercer mi derecho y cumplir con mi deber ciudadano de emitir el sufragio. Pero, sinceramente, he pasado los últimos meses ante la disyuntiva de qué hacer: ¿votar o no votar?, ¿anular o no mi voto?, ¿a quién o quiénes les doy mi voto? Como la mayoría de la población salvadoreña, comparto el sentimiento de hartazgo y frustración con la clase política; por la mediocridad de su campaña electoral y por la falta de propuestas concretas y viables para mejorar la calidad de vida de la población.

A pesar de ello, he decidido participar en las elecciones, personalmente, considero que no hacerlo tiene un alto costo de oportunidad para el fortalecimiento de nuestra democracia, y además,  creo que de no hacerlo desperdiciaría la ocasión de ejercer un derecho que muchas mujeres en el mundo aún no gozan. ¿Por quién votaré? Decidir eso no fue fácil. Me toca votar en San Salvador y me rehusé a pensar que de entre las 196 personas que aspiran a representar a ese departamento en la Asamblea Legislativa, no hubiera ninguna con la capacidad y el compromiso de hacer bien las cosas. Me embarqué en la tarea de depurar esa lista, empezando por quienes actualmente ocupan una curul o han ejercido la función pública y no han aportado a la construcción de un mejor país. Aprovechando las redes sociales pude también descartar aquellos candidatos y candidatas que ofrecen vales de supermercado, escobas, dulces o cualquier cosa a cambio del voto, porque la campaña es el mejor indicador de cómo se gobernará; búsquedas rápidas en internet me permitieron desechar las candidaturas de personas que tienen propuestas que no comparto porque  menoscaban la garantía de los derechos humanos ; los programas de entrevistas también me sirvieron para descartar a aquellas personas que evidencian no tener ninguna idea de cómo funciona la administración pública. Después de esta tarea, que en algunos momentos llegó a ser frustrante, he podido identificar a 2 personas que considero que pueden aportar algo diferente a la discusión legislativa en nuestro país.

Pero a pesar de reconocer la importancia del voto, considero también que el proceso de construcción de democracia va más allá de emitir el sufragio. Nuestra clase política es el ejemplo más concreto de que realizar elecciones no basta para garantizar que un país es democrático. La consolidación y  legitimación de la democracia depende de que la población pueda gozar y ejercer plenamente sus derechos económicos, sociales y culturales. A lo mejor la ausencia de esta condición explica porqué, de acuerdo al Latinobarómetro, para 2015, solo tres de cada 10 salvadoreños se sentían satisfechos con la democracia.

Tener un país democrático depende de que como ciudadanía dejemos a un lado la apatía, nos involucremos y defendamos lo público; porque la indiferencia solo crea las condiciones para que unos pocos se adueñen de lo público y gobiernen en función de sus intereses particulares. Hacer democracia es pagar nuestros impuestos todos los días, porque son la fuente para financiar bienes y servicios públicos; es defender el gasto público como instrumento para garantizar los derechos de todas y todos; es involucrarse, hacer uso de herramientas como la Ley de Acceso a la Información Pública y exigir transparencia, probidad y rendición de cuentas a toda persona que ejerza un cargo público. Sin presión ciudadana que exija y evalúe a sus autoridades, seguiremos teniendo funcionarios y funcionarias que no dan la talla frente a los problemas de la sociedad salvadoreña.

La construcción de la democracia en nuestro país requiere de una ciudadanía activa y comprometida, que además de ir a las urnas cada 3 o 5 años, asuma la responsabilidad de informarse, participar y fiscalizar. Por eso, independientemente de que usted decida o no ir a las urnas el próximo domingo, lo importante es que a partir del lunes todos y todas nos sumemos a construir democracia.

Esta columna fue publicada originalmente el 1 de marzo de 2018 en el diario El Mundo de El Salvador.