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El largo camino de la paz

¿Se imagina que maten a alguien por leer un libro en particular o escuchar alguna canción especifica?


¿Se imagina meter a la cárcel, desaparecer o incluso asesinar a alguien por el simple hecho de criticar al gobierno de turno? ¿Se imagina ir a votar, pero quien gane no es quien la gente elija sino quienes tienes las armas decidan? ¿Se imagina ser enemigos por pensar diferente? ¿Se imagina vivir una guerra con cientos de miles de muertos, desaparecidos y exiliados? Para quienes vivieron la guerra estas imágenes tienen rostros concretos de familiares, amigos y conocidos, quienes en su mayoría siguen sin tener justicia. Para quienes nacimos o crecimos cuando la guerra había terminado, representan las páginas más tristes del libro de la historia de nuestro país, que nunca deberíamos de repetir.

Cierto es que para algunos esto puede parecer tan lejano, principalmente por desconocimiento. Pero eso no significa que desconocer o negar cambiará la historia. De hecho, aunque lo intente, ningún político puede cambiarla o borrarla. Porque no se puede por decreto deshacer las lágrimas por los cientos de miles de familiares muertos, desaparecidos o exiliados. Ni tampoco se puede borrar el dolor por las violaciones constantes a los derechos humanos. El fin de la guerra es uno de los logros más importantes para la sociedad salvadoreña y nadie puede robárselo. Ningún político puede robarse el hecho que desde hace 30 años la sociedad salvadoreña haya decidido que cualquier diferencia política debe resolverse con el diálogo y las reglas democráticas y no con las armas.

La firma de los Acuerdos de Paz sentaba las bases para construir una sociedad donde sobrara nadie. Lastimosamente por mucho tiempo se dio por sentado que era suficiente con terminar la guerra para vivir en paz. Pero 30 años después debemos tener claro que no puede haber paz, mientras las víctimas de la guerra o las víctimas actuales no tengan justicia. No puede haber paz si la mitad de la población vive en inseguridad alimentaria. No puede haber paz si 1 de cada 3 niños, niñas y adolescentes no tienen acceso a la educación. No puede haber paz si la salud sigue siendo un privilegio y no un derecho.

No puede haber paz mientras quienes tienen el poder lo utilicen para robarse las oportunidades de la gente a través de la corrupción que galopa por toda la administración pública. No puede haber paz mientras no haya democracia. No puede haber paz mientras se utilicen las instituciones públicas para perseguir a las voces criticas o a quienes piensan diferente. No puede haber paz mientras no haya un sistema de justicia independiente. No puede haber paz mientras no haya separación de poderes y todo el poder se concentre en pocas manos.

No puede haber paz mientras el presupuesto público no priorice el bienestar de la gente, especialmente de los grupos más vulnerabilizados. No puede haber paz mientras existan enormes desigualdades. No puede haber paz mientras las políticas públicas se hagan desde la mentira, el odio y la improvisación.

Por eso en un contexto en el que desde quienes tienen el poder quieren mancillar unos sucesos tan importantes, haciendo gala de su ignorancia, pero también de su tenebrosidad, es importante que la ciudadanía haga escuchar su voz diciendo fuerte y claro que quiere vivir en paz. Especialmente porque la situación política que se vive en estos momentos es muy peligrosa, donde sucesos que únicamente se vieron en la guerra se están volviendo a vivir: perseguir, atacar y difamar a cualquier voz crítica, utilizar el sistema de justicia como herramienta política, ataque a la prensa independiente, una violación sistémica a los derechos de la población y el establecimiento de la impunidad.

Y por eso quizá la mejor forma de conmemorar los Acuerdos de Paz sea acordar una agenda mínima entre quienes piensan diferente, con ideologías quizá antagónicas, pero que comparten la necesidad de vivir en un Estado derecho, con separación de poderes, un sistema de justicia independiente y donde a todas las personas se le garantice un nivel de vida digno. Hoy la mejor forma de avanzar en el largo camino de la paz es caminar juntos en la diversidad.

 

Ricardo Castaneda Ancheta // Economista sénior / @recasta

Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo, disponible aquí.