Los impactos del covid-19 en los sistemas de educación
Uno de los servicios que se vieron afectados por la pandemia del covid-19 fueron los de educación.
A nivel mundial, el cierre de los establecimientos educativos para prevenir los contagios y con ello proteger a las niñas, niños y adolescentes fue una constante en los sistemas de educación. Esta realidad ha presentado efectos inmediatos como la pérdida de aprendizaje, lo que a su vez amenaza con deteriorar aún más los resultados educativos de los países centroamericanos. Además, se debe tomar en consideración el alto riesgo del aumento de la deserción escolar, principalmente en aquellas personas más vulnerables por condiciones de desigualdad y pobreza. También, se ve afectado el apoyo que brindan los establecimientos educativos dentro de su rol para el resguardo de la seguridad alimentaria y nutricional, así como la salud física de los estudiantes, ya que tal como lo señala el Banco Mundial (BM), más de 368 millones de niños a nivel global dependen de programas de alimentación escolar. Asimismo, es aún más importante señalar todos los efectos en la salud mental que los estudiantes están padeciendo, muchas veces sin apoyo profesional, por el aislamiento social, lo que incluso llega a derivar en comportamientos peligrosos y aumento en los embarazos en adolescentes.
Actualmente, ha sido muy difícil acceder a estadísticas educativas actualizadas de 2020 y 2021, en particular en Guatemala, El Salvador y Honduras (Triángulo Norte), lo que hace sumamente complicado medir los impactos que ha presentado el cambio de las modalidades de educación, que pasaron de ser presenciales a convertirse en modelos híbridos de educación a distancia, virtual y en algunos casos, semipresencial. Según el BM, en su estudio Actuemos ya para proteger el capital humano de nuestros niños (2021), en América Latina, el cierre de las escuelas fue más extenso comparado con el resto del mundo durante el 2020, con un promedio de 159 días de clases presenciales.
Hasta el momento ninguno de los gobiernos del Triángulo Norte de Centroamérica se ha pronunciado respecto a los impactos en los sistemas educativos, la matrícula escolar y la calidad educativa por las nuevas modalidades de educación. Sin embargo, el BM realizó una simulación de algunos impactos que se podrían dar con el cierre prolongado de los establecimientos educativos en la región de Latinoamérica. Estas simulaciones incluyen: la pérdida de años de escolaridad, la caída en los resultados de las pruebas PISA y el porcentaje del rendimiento académico mínimo en los resultados de dichas pruebas. En las simulaciones se toma de referencia el último año de datos disponible como base y se dan los resultados en escenarios con 7, 10 y 13 meses de cierre de los establecimientos educativos. No obstante, cabe resaltar que hasta la fecha ya han transcurrido más de 18 meses de mantener modalidades a distancia, virtuales y semipresenciales (hibridas), lo que supone el cierre total o parcial de las escuelas e institutos, y que a su vez representaría un impacto aún más drástico si se toma el parámetro que simuló el BM.
Los resultados muestran que la perdida de años de escolaridad en la región latinoamericana sería de 1.7 años con 13 meses de cierre de establecimientos educativos, pasando de 7.7 a 6 años. En el caso de Guatemala, se pasaría de 6.2 años a 4.8 años, en El Salvador de 7.6 años a 6.1 años y en Honduras de 6.1 años a 4.7 años, siendo este último el país que sufriría el mayor impacto. Por lo anterior, preocupa el grave retroceso que se estaría dando en el derecho a la educación ya que como se observa, estos países desde antes de la crisis sanitaria ya se encontraban por debajo del promedio regional y ahora el inminente retroceso llevará a niveles aún más bajos que los ponen en grandes desventajas. También se tendrían efectos económicos, donde el BM estima que los estudiantes que actualmente asisten a la escuela estarían perdiendo hasta US$23,628.0 a lo largo de su vida, como consecuencia de la perdida de aprendizaje.
En el caso de Honduras y Guatemala, las simulaciones muestran que los resultados de las pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) –que evalúan a estudiantes que cierran el ciclo básico en las áreas de lectura, matemática y ciencia–, también tendrían impactos negativos. En Guatemala los resultados antes de la pandemia eran de 369 y en Honduras de 371, aunque lamentablemente siempre por debajo del promedio latinoamericano de 399. En ambos países el porcentaje de alumnos que presentaba resultados por debajo del nivel mínimo de rendimiento antes de la pandemia era del 70% (por debajo también el promedio de Latinoamérica de 55%), es decir que no lograron identificar la idea central de un texto de longitud moderada, que no encontraron información siguiendo criterios explícitos o que tampoco lograron reflexionar sobre el propósito y forma de los textos cuando se les indicaba. Con un escenario de 13 meses de cierre de escuelas e institutos, la simulación mostró que los resultados en las pruebas PISA serían de 319 en Guatemala con 90% de resultado por debajo del nivel mínimo de rendimiento, y en Honduras de 333 en puntaje con 86% con resultados bajo el umbral de rendimiento mínimo.
Estas simulaciones reflejan una realidad que podría ser incluso más dramática si se toma en cuenta que aún existe incertidumbre sobre si el regreso a las clases presenciales en 2022 se hará efectivo. Hasta que las autoridades de las carteras de educación no presenten sus estadísticas actualizadas y realicen las mediciones de los impactos correspondientes, los datos antes mencionados dan un acercamiento a la gravedad de los efectos que la pandemia está dejando en la niñez y adolescencia y el impacto actual y futuro. Es urgente que los Gobiernos tomen medidas efectivas que permitan incluir nuevos sistemas de aprendizaje a distancia con los recursos tecnológicos que esto implica, para garantizar el derecho a la educación de miles de estudiantes. Se deben de incorporar los sistemas de alerta temprana para prevenir la deserción escolar, como un mecanismo permanente que incluya acciones efectivas y con la cobertura universal necesaria. Es sumamente necesario fortalecer e incrementar el apoyo a los padres, maestros y estudiantes, para mantener el aprendizaje académico, su área socioemocional, así como también el soporte socioeconómico que se necesitan ante los impactos económicos de esta crisis. En conjunto esto demanda mejor planificación y evaluación y más recursos públicos que deberán ser prioridad en los siguientes años y que los Estados deben tener muy en cuenta para recuperar y mejorar todos los niveles de educación. Las niñas, niños y adolescentes lo demandan como una medida urgente e impostergable.
Carlos Gossmann // Economista investigador / @CarlosGossmann
Esta columna fue publicada originalmente en El Economista, disponible aquí.