Por más inversiones para la ciencia, la paz y el desarrollo
Promover que el Estado invierta en la ciencia, es apostar en grande al desarrollo. La necesidad de nuestros países por desarrollar su agroindustria, sus manufacturas, su infraestructura vial, la urbanización y planificación territorial, su transporte público, sus áreas de recreación y culturales, entre otras intervenciones, son cuestiones que se pueden lograr con el respaldo de las ciencias y tecnologías.
El pasado 10 de noviembre, se conmemoró el Día mundial de la ciencia para la paz y el desarrollo. Este evento se celebra a nivel mundial desde el año 2002 y tiene por finalidad, recordar el compromiso de la Conferencia Mundial sobre la Ciencia (celebrada en Budapest en 1999). El propósito de esta celebración también conlleva a renovar los compromisos nacionales e internacionales en favor de la ciencia para la paz y el desarrollo. Pero también, es un llamado al uso responsable de la ciencia para el beneficio de las sociedades, en particular, para la erradicación de la pobreza.
En Centroamérica, para la mayoría de sus países las inversiones para el desarrollo de la ciencia y tecnología son escasas. Según los datos del Banco Mundial, dentro de su última actualización de estadísticas de gasto en investigación y desarrollo (% del PIB), se observa que en promedio (de 2011 a 2019), la región de América Latina y el Caribe, alcanzaba una inversión de 70.4% del PIB en este rubro. Sin embargo, para países como Honduras y Guatemala, las cifras apenas alcanzan entre el 2% y 3% del PIB, mientras que, para Nicaragua el promedio hasta 2014 era casi del 10% del PIB, y en los casos de El Salvador (hasta 2019) y Panamá (hasta 2017), sus inversiones fueron de 11.5% y 12.3% del PIB respectivamente. Finalmente, el único país que alcanza la cifra más cercana al promedio de la región fue Costa Rica, con 47.3% del PIB.
Con inversiones tan escasas e incluso poco significativas, se puede esperar poco o nada en el desarrollo de nuevas tecnologías para las industrias o cualquier otro sector de las economías. Asimismo, no es de extrañarse que la investigación científica no logre generar estudios ni resultados que den resolución a las diversas problemáticas estructurales que afrontan los países centroamericanos, puesto que son casi inexistente y su financiamiento no alcanza para la dimensión que requieren en su análisis de forma objetiva y abordando todas o la mayoría de los factores que inciden en cada problemática. Aún peor es saber que, si bien existen institutos o secretarías que, desde el sector público, atienden la rectoría y desarrollo de las investigaciones en ciencia y tecnologías su financiamiento es mínimo y muchas veces es sólo para cubrir sus gastos de operación administrativa.
Promover que el Estado invierta en la ciencia, es apostar en grande al desarrollo. La necesidad de nuestros países por desarrollar su agroindustria, sus manufacturas, su infraestructura vial, la urbanización y planificación territorial, su transporte público, sus áreas de recreación y culturales, entre otras intervenciones, son cuestiones que se pueden lograr con el respaldo de las ciencias y tecnologías. Pero no sólo se queda en los aspectos económicos, sino que además se puede contribuir a mejorar las condiciones sociales, en la atención a la reducción de indicadores como la pobreza o la desnutrición.
Avanzar en estudios que permitan emplear la tecnología para lograr el acceso al agua potable a millones de personas que, en países como los del triángulo norte centroamericano, aún presentan enormes brechas de acceso al agua potable entubada, sería garantizar una mejor salud para su población, pero en mayor medida, podría erradicar uno de los principales factores que afectan a la niñez: la desnutrición. También, la tecnología y las investigaciones podrían permitir que las personas que sobreviven en condiciones de pobreza extrema o pobreza general logren acceder a los ingresos necesarios para una vida digna. Todo esto sin contar el beneficio que tendría en el desarrollo general de cada Estado, al promover el desarrollo de su economía con procesos productivos que generen mayor valor agregado y los convierta en oferentes más competitivos en el mercado mundial.
El horizonte que se deben plantear los Gobiernos centroamericanos, para avanzar con inversiones que sustenten el desarrollo de la ciencia y tecnología, está ligado con la educación, la salud, la asistencia social y los asuntos económicos. Por una parte, no se trata sólo de incrementar la inversión en investigaciones, sino más bien, con los datos que ya se cuentan a partir de los estudios que se han realizado, se deben atender las problemáticas estructurales e invertir en los ejes antes mencionados. Con el interés de diferentes actores sociales y los Gobiernos, se puede avanzar al desarrollo de tecnologías e investigaciones, que permitan el acceso de la matriz de producción de cada país a una heterogeneidad de sus bienes y servicios, con un mayor valor agregado.
Asimismo, vale la pena mencionar la relevancia de la ciencia de datos, y los procesos que se han desarrollado en su análisis, utilizando la Big Data y la implementación de procesos de inteligencia artificial o aprendizaje de máquinas, para mejorar cualquier análisis que se requiera elaborar sobre un fenómeno (sea social o económico). Sin duda, la realidad es que las nuevas herramientas tecnológicas (softwares y hardware) ya están posicionadas para seguir evolucionado con la ciencia de datos, y los países deben adaptarse y aprovecharlas.
La celebración del Día mundial de la ciencia para la paz y el desarrollo debería representar un compromiso de los gobiernos para atender a su población, pero también, para entender lo complejo que es el reto del llamado de la actualización de la ciencia y la tecnología. Indiscutiblemente, ya vamos adentro del siglo XXI, y los retos que se deben superar por parte de los Estados también radican en el desarrollo de sus capacidades para evolucionar con la ciencia, tomando en cuenta que la finalidad de ello es atender los derechos de sus poblaciones para garantizar mejores condiciones de vida, para los que ahora estamos y para los que faltan por venir.
Carlos Gossmann // Economista sénior / @CarlosGossmann
Esta columna fue publicada originalmente en El Economista, disponible aquí.