Prioridades
Cuando para un presidente lo prioritario es mantenerse en el poder, significa que todo su tiempo, energía y recursos lo destinara para ello.
Los planes de gobierno permiten saber, al menos, las prioridades que se esperan impulsar en determinada gestión gubernamental. Luego de más de dos años, en el caso de El Salvador, sigue sin hacerse público el plan de gobierno de la administración Bukele, por lo que no hay un documento en el que se pueda leer cuáles son las apuestas estratégicas, sin embargo, cada vez quedan menos dudas de cuál es su prioridad: mantenerse en el poder.
En Centroamérica, lastimosamente, esto no es nada novedoso. Son básicamente remakes de películas, cuyos guiones ya se conocen. Los casos más recientes son los de Juan Orlando Hernández en Honduras o Daniel Ortega en Nicaragua, casualmente en ambos países las constituciones prohibían la reelección presidencial, pero un grupo de mercenarios del estado de derecho indicaron que las constituciones eran inconstitucionales.
Algo que también acaba de pasar en El Salvador. Por si alguien le quedaba duda de cuál era una de las razones del golpe de Estado del 1 de mayo de este año, pues ahora ya lo sabe, era fundamental poner a cinco impostores para allanarle el camino al presidente Bukele para mantenerse en el poder más allá del 31 de mayo de 2024. Santiago Cantón quien fue Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y quien lideró este año una misión especial de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en El Salvador, para evaluar la situación política institucional, acaba de indicar: «[...]evitemos los eufemismos, El Salvador no es más una democracia».
Entre las tantas cosas que pasan en un país cuando se socava la democracia, quisiera destacar una: las prioridades que dejan de serlo. Cuando para un presidente lo prioritario es mantenerse en el poder, significa que todo su tiempo, energía y recursos lo destinara para ello. Lo que implica que los problemas de la gente como la falta de empleo digno y bien remunerado, la falta de agua potable, la carencia de un sistema de educación y de salud de calidad pasan a un segundo plano.
Por ejemplo, la semana pasada, en la Asamblea Legislativa se aprobaron recortes a los Ministerios de Educación y Salud, a la vez que se aumentaba recursos para el Ministerio de la Defensa y se aprobaban los más de $200 millones para la implementación de la Ley Bitcoin. Justamente en el presupuesto público es donde se observan las prioridades de un país y con esos movimientos presupuestarios, queda todo muy claro. Especialmente cuando la mayor propuesta que se le hace a los jóvenes desde el gobierno es a usar fúsiles, mientras no se pagan los recursos de las becas a quienes forman parte de la Fundación Forever.
En un contexto financiero tan complicado, donde el mismo gobierno se ha metido zancadilla con las decisiones como la del bitcóin, cada vez tendrá que priorizar más los recursos. Y por ello, le resultara más complicado dar respuesta a las demandas sociales. No es de extrañar que el descontento podría ir en aumento y grupos diversos se den cuenta que para caminar juntos en la calle basta con tener un punto de la ruta en común. Por lo que le será cada vez más difícil mantener sus altos niveles de popularidad, algo que se ha convertido en un bastión de su administración. Por cierto, las crisis de la democracia, tarde o temprano terminan también siendo crisis económicas y si hay algo que mueve a la gente justamente es cuando tocan su bolsillo.
Llama la atención que para una persona tan obsesionada en hacer historia se conforme con estar al mismo nivel de JOH o de Ortega. Todavía falta para el 2024, pero el presidente ha hecho una apuesta grande y arriesgada en el casino virtual. Mientras tanto en el marco del bicentenario de la “independencia”, El Salvador pareciera prepararse para “celebrarlo” con la alfombra roja, o quizá cyan, luciendo sus peores galas para ser una autocracia o una cripto-autocracia, para estar en sintonía con los nuevos tiempos. Pero, ¿la ciudadanía lo aceptará?
Ricardo Castaneda Ancheta // Economista sénior / @recasta
Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo, disponible aquí.